Tenía que grabarme un vídeo para anunciar una charla que daré en noviembre en Lleida.
15 segundos. No más.
Cámara modo selfie.
Y mi mente se disparó:
“Madre mía, vaya arrugas”
“Y toma papadita buena”
Para, para, para, me dije.
“A ver Núria, que en unos días cumples 49 añitos. Queesloquetuquieres?”
Amigas, esa autocrítica del físico es un self-talk tóxico en toda regla.
Nos vemos, nos pensamos, nos decimos unas cosas… qué tela.
Lo mencionaba ya en la newsletter anterior, que por cierto gusto mucho:)
“No es casualidad que la industria de la belleza y las dietas viva de nuestra inseguridad: cuanto más dudamos de nosotras, más rentable somos.”
Cada arruga que nos molesta, michelín que nos sobra, o comparación en redes… son oportunidades de venta.
Cuanto peor nos caemos, mejor le va a la industria.
Si googleas “ganancias industria belleza” te caes de culo. Promise.
Así, rápido: el pasado año la industria de la belleza mundial movió 290.000 millones de euros. La misma cifra que la COP29 acordó destinar para ayudar a países en desarrollo a protegerse de los efectos del cambio climático (sequías, tormentas, inundaciones…).
Ahí lo llevas.
El mismo dinero que se usa para salvar el planeta, se gasta en productos para “salvarnos la cara”.
Y ojo esto: en el Estado español, las exportaciones del sector superaron los 9.589 millones de euros en 2024. Más que el del vino, sí, sí, vino, aceite de oliva, y calzado, JUNTOS.
Volviendo al tema.
¿Cómo bajarle el volumen a la voz cabrona que llevamos dentro? Esa que repite lo que el sistema quiere que pensemos.
Alimentándonos de otras voces, historias y narrativas, que nos abran los ojos, (y los oídos ;-) y nos hagan más sabias. Que sea más difícil que nos la cuelen.
Eso, para mí, amigas, es feminismo. 💥
Si el sistema nos quiere inseguras, seamos subversivas cultivando nuestras mentes.
Al final grabé el vídeo igual, arrugas incluidas ;-)
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